Cómo no defender la educación pública, si desde lo personal, tanto con la actividad política en su momento, como con la gremial en la actualidad, he sido participe y defensor acérrimo de ella, convencido de su valor como instrumento indispensable para el desarrollo de la persona. Tan importante es que no resulta posible pensarla solamente en términos de su defensa sino de su ejercicio permanente, de filosofía que se siente pero que también se lleva a la práctica a lo largo de la vida y en diferentes roles. La mejor forma de defender a la educación pública es trabajar por ella, respetarla con todo lo que implica y levantar todas las banderas de su ejercicio siempre. Si toca defenderla hay que hacerlo y sin titubeos.

Su valor está por encima de lo estrictamente académico porque la educación pública permite una movilidad social ascendente para aquellos que realmente deseen estudiar y no se conviertan en estudiantes crónicos y “dirigentes estudiantiles cercanos a los 35 años”. Y esa movilidad social ascendente comienza a forjarse, en mi caso, desde la querida escuela rural primaria de los años 70´en la Escuela Nº4 de Villa Sanz, la Escuela Nº38 en el camino a Ordoqui y la Escuela Nº56 en Mira Mar; lugares donde asistimos muchos alumnos que, realmente practicamos el tan mentado “arraigo rural”, fue un orgullo haber tenido esa posibilidad; de la misma forma con el secundario en el Colegio Cervantes (establecimiento público de gestión privada) y posteriormente finalizando un proceso formativo base en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con el honor de haber sido ayudante de catedra de Derecho de Familia y Sucesiones, pudiendo devolver de ese modo un poco de todo lo recibido– porque de eso se trata también, en parte, la educación-, hecho que se extendió a quienes fueron mis alumnos en la Escuela Agrícola, en el viejo Colegio Nacional y en el Instituto Cervantes, hasta no hace mucho tiempo.

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Cómo no defender la educación, si cuando tuvimos la responsabilidad de ejercer la función pública, y de hacer concretamente para la gente, trabajamos en acercar la universidad a la comunidad de Bolívar y la zona con las carreras en Ciencias Económicas, Psicología, Abogacía y Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata); Ciclo Básico Común (CBC) de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y carrera universitaria de Enfermería, el ejemplo más claro de eso es la gran cantidad de profesionales que hoy en día trabajan en nuestra ciudad y en la zona. Lamentablemente nuestro querido Centro Regional Universitario (CRUB), creado allá por el 1997 y puesto en funcionamiento en el año 1998, no cuenta con carrera universitaria alguna en la actualidad. Solamente se realizó un cambio estructural de edificio con recursos de la era de la “obra pública”.

El CRUB nos unió en el ejercicio de la educación pública y de la solidaridad comunitaria. Poner en valor el edificio de la Sociedad Italiana fue un trabajo mancomunado del Estado Municipal y de una institución como la mencionada. Y por último, al tener la posibilidad y responsabilidad de ejercer un lugar de representación gremial, ofreciendo tiempo personal, como tanta gente lo hace en nuestra ciudad, de manera gratuita y ad-honorem, poder colaborar desde la Sociedad Rural de Bolívar con distintos establecimientos educativos en el dictado de tecnicaturas destinadas a diferentes oficios que otorgan salidas laborales concretas, como es el caso, por ejemplo, del CEA Nº8 Ibarra – Bolívar, también me enorgullece y da cuenta del compromiso personal con la educación pública, porque estoy convencido de su importancia pero también porque la viví, la vivo y la viviré, en una plena coherencia entre el sentir, el decir y el hacer, porque a la educación pública se la defiende con hechos y con ejemplos, con su ejercicio.

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A la educación pública se la defiende con hechos concretos y no con marchas que tiene sabor a discurso partidario y no a convicción, y quita a los verdaderos estudiantes de la educación pública la posibilidad de expresarse contra un manejo equivocado del actual gobierno nacional en el planteo presupuestario. Una cosa no quita la otra, porque seguramente existen aquellos “vivillos” que han hecho y hacen su “negocio” detrás de la bandera de la “educación pública”. A esos personajes, algunos de los cuales “pretenden representar idearios políticos”, hay que aplicarles los instrumentos administrativos y/o judiciales necesarios para que rindan cuentas de los fondos destinados a las Universidades, para que realmente se destinen a sueldos docentes, capacitación, infraestructura, etc.; y no se utilicen en campañas políticas personales. En eso se equivoca el Gobierno Nacional, hay que ir al hueso, con nombre y apellido, pero no escudarse en eso para achicar el presupuesto educativo. La educación pública bien entendida, con docentes con vocación –que hay muchos y buenos-, con dirigentes gremiales que no piensen en sus bolsillos y con un Gobierno Nacional que separe la paja del trigo, dialogando fundamentalmente, nos va a permitir emerger como sociedad igualitaria en serio, no sólo desde lo discursivo sino desde la acción nacida con sólidas bases, en la que la educación pública será de indispensable presencia.

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